Por Gastón Cottino (EOL)

Algo evidente.

Las utopías comunitarias, veladas, regresan. Prueba de ello es que desde varias prácticas discursivas (sanitarias, de derechos, etc.) se intenta sustituir un Otro familiar venido a menos por instituciones, en un sentido amplio, con la ilusión de colocar el Ideal allí donde no se produjo algo de la renuncia al goce.

Algo que podría serlo.

El nombre del padre es la «encarnación de la Ley en el deseo»[1] y no cualquier otra variante que suspire por el padre desde normativas o en los múltiples dispositivos de adaptación.

Algo que recorre las evidencias.

Que sea «la función de residuo» la que «sostiene (y al mismo tiempo mantiene) la familia conyugal».[2] Lo cual vale para cada uno, aun si se trata de un niño institucionalizado o de un adolescente que camina por los márgenes, «realizando» el objeto de desecho.

Algo que podrá hacer un psicoanalista antes estas evidencias… será encarnar de otra manera esa función de resto, para desembrollarlas y así poder ofertar un lazo al sujeto.

NOTAS

  1. Lacan, J. (2015), Otros Escritos, Buenos Aires: Paidós, p. 393.
  2. Ibid.