Por María Auxiliadora Rodríguez

En la película Storks, Nate quiere un hermano, sus padres no le prestan atención. Encuentra una antigua propaganda de un servicio de cigüeñas, escribe una carta y llega a la parte abandonada de la fábrica de bebés de estas, que ahora atienden encomiendas de todo tipo, por error la carta cumple su cometido.

El mito de la cigüeña fue telón de la sexualidad en la procreación. Ahora la pregunta se responde científicamente, en ambos casos, es una ilusión ya que de antemano los niños tienen su teoría.

La visión cientificista cada vez se hace más compleja, los niños también pueden venir del laboratorio, niños a la carta, sin encuentro sexual. Nate es un síntoma de la familia contemporánea. Se ha pasado de la carta a «a la carta».

Laurent comenta: «Esta oferta esconde algo, se esconde que el objeto es el niño mismo, que es objeto de goce. La experiencia del niño como objeto de goce va en contra de la posición del niño como ideal en el deseo de los padres (…) en nuestra época, más clara que antes gracias a lo que permite la biología: ruptura entre filiación y producción del niño».[1]