Por Héctor Gallo (NEL)

El gran problema de Freud, eso de lo que partió su reflexión sobre el inconsciente y las estructuras clínicas, no fue ¿qué quiere una mujer? sino ¿qué es un padre? Su respuesta fue el «padre muerto», íntimamente relacionado con la tragedia. Lacan, por su parte, no es tampoco ajeno a esta pregunta, pero la responde de manera distinta, pues al respecto introduce el concepto de Nombre del padre.

Para Lacan, el niño es interrogado por el orden simbólico y la manera como emerge dicha interrogación es bajo la forma de ¿Qué es un padre? Padre es «el eje, el centro ficticio y concreto del mantenimiento del orden genealógico, que le permite al niño inmiscuirse en el mundo que, con independencia de cómo haya que juzgarlo, cultural, natural o sobrenaturalmente, es de donde nace. El niño aparece en un mundo humano organizado por el orden simbólico, y a eso ha de enfrentarse».[1] Se deduce que la importancia para el niño de esa ficción que es el padre radica en que le sirve de punto de apoyo subjetivo para sentirse parte del mundo en el cual habita, sin importar cómo se lo caracterice.

Traducción: Estefanía Elizalde

NOTAS

  1. Lacan, J. (1994), El Seminario, Libro 4, La relación de objeto, Barcelona: Paidós, p. 400.