CITAS

Un padre no tiene derecho al respeto, sino al amor, más que si el dicho, el dicho amor, el dicho respeto está –no van a creerle a sus orejas- père-versement orientado, es decir hace de una mujer el objeto a minúscula que causa su deseo.

Jacques Lacan, Seminario XXII: R.S.I. Inédito. 1975. Clase del 21/1/75

La hipótesis del inconsciente, como subraya Freud, sólo puede sostenerse si se supone el Nombre del Padre. Suponer el Nombre del Padre, ciertamente, es Dios. Por eso si el psicoanálisis prospera, prueba además que se puede prescindir del Nombre del Padre. Se puede prescindir de él con la condición de utilizarlo.

Jacques Lacan, Seminario XXIII: El sinthome. Buenos Aires. Paidós. 2006. P. 133

La père-version sanciona el hecho de que Freud sostiene todo en la función del padre. Y eso es el nudo bo.

El nudo bo no es más que la traducción de algo que me recordaban incluso anoche, que el amor, y por añadidura el amor que se puede calificar de eterno, se dirige al padre, en virtud de que se lo considera portador de la castración.

Jacques Lacan, Seminario XXIII: El sinthome. Buenos Aires. Paidós. 2006. P.148

¿Cómo se desplaza la cuestión de la identificación –lo que interesa al sujeto en tanto que tiene sentido- hacia la de “conocer el síntoma de uno” (sin darle sentido)? Conocer el síntoma de uno, dejando de lado darle un sentido, pasa por una nueva definición del partenaire sexual. En vez de partir de un primordial y mítico amor al padre, Lacan parte de la experiencia, en psicoanálisis, del partenaire sexual

Éric Laurent, El reverso de la biopolítica. Buenos Aires. Grama ediciones. 2016. P. 83

Técnicamente: a la metáfora del padre responde la metonimia del goce. Del lado de la metáfora el goce es imposible, del lado de la metonimia es real –lo que aún no lo vuelve permitido. Para que lo sea todavía hace falta, no matar al padre, vía sin salida, sino reconocerlo en su semblante.

En la conducción de la cura eso significa:

-ir contra aquello que en el dispositivo mismo de la interpretación lleva al sujeto supuesto saber a identificarse con la función del padre, y luego tener apartado del sujeto supuesto saber de los semblantes del padre;

-separar el significante amo del plus de goce, pero en provecho del segundo, no del primero, es decir, liberar los significantes amo, y hacer consistir el plus de goce, y no a la inversa, como hacía el psicoanálisis más acá del Edipo;

-no someter al sujeto bajo una ley que no es más que ficción, sino dejarle descubrir el porqué de los semblantes y el cómo del goce.

Hace falta para esta operación sin precedentes  un psicoanalista –cualquiera- que no se la crea, un psicoanalista sin infatuación.

Más allá del Edipo no entran los nombres del padre, ni La Mujer, ni el hombre enmascarado. No entran, más allá del Edipo, sabios, héroes, ni víctimas, no vencidos

Jacques-Alain Miller, Breve introducción al más allá del Edipo. En A.A.V.V Del Edipo a la sexuación. Buenos Aires. Paidós. 2001. P. 22

Ese ideal, el del manager, el del padre, provoca un retorno feroz del goce que siempre escapa, y que retorna constantemente en los escándalos ante los cuales siempre se regocija el sujeto. En el escándalo, en tanto que lo que aparece como política del discurso del manager es simplemente el retorno del malestar que surge ligado al hecho de que no hay amor que valga si no hay causa sexual. Cuando Lacan dice que el padre sólo tiene derecho al respeto y al amor, si el amor está perversamente (père-versement) orientado, esto quiere decir que el padre hace de una mujer su causa, que no es ningún ideal.

Éric Laurent, ¿Puede el neurótico prescindir el padre? En A.A.V.V Del Edipo a la sexuación. Buenos Aires. Paidós. 2001. P. 80

El ideal de la justicia distributiva universal se confronta ahora con comunidades de goce que de ningún modo quieren asimilarse al bien común. Anhelan simplemente una comunidad de derechos afirmando la diferencia. Cada una quiere definirse a partir de un goce propio y protegerlo como tal.

Con la utopía del patriarcado podríamos soñar que el goce fuera distribuido entre todos equitativamente. Cada uno podría pretender su parte según su amor por el padre y en la medida de la igualdad del amor del padre por sus hijos. Esta utopía encontró su límite, y el hedonismo contemporáneo, en su polimorfismo, está confrontado a la ausencia de garantía. La modernidad no tiene como meta la felicidad, como lo creyeron las Luces y lo prescribe la Constitución americana. Está atravesada por la búsqueda del goce que sería el adecuado, el último

Éric Laurent, Un nuevo amor por el padre. En Transformaciones. Buenos Aires. Grama Ediciones. 2013. P. 188

En tanto el adolescente está en el impasse con el Otro paterno, deberá modular sus respuestas a la no relación sexual –lo que le permitirá la salida de la adolescencia-, de una forma diferente a la identificación directa con el padre. Ahora, si Freud señaló como tarea esencial de la adolescencia el desasimiento de la autoridad parental, hoy, en el caso de algunos adolescentes, lo que habría que lograr es que puedan construirse un padre, que construyan una cierta versión del Otro a la que puedan consentir, para poder luego, de la buena manera, desasirse de él. Podemos entender esto en relación con la indicación de Lacan: Prescindir del padre a condición de servirse de él

Adolfo Ruiz, Agrupamientos adolescentes y metamorfosis de la pubertad. En Bitácora Lacaniana N°6. Buenos Aires. Grama Ediciones.2017. P. 133

En el discurso universitario no es el padre el que manda sino quien se identifica a un saber y se dirige a un objeto.

¿Constituye una nueva autoridad? ¿Cómo situar allí una autoridad cuando no se trata de un lazo entre dos sujetos? La dominancia la da un saber que bien puede ser anónimo y se dirige a un sujeto, que puede estar en posición de objeto para serle aplicado el rigor, no de la ley sino del saber, a ser evaluado o estudiado….

…..¿Se trata de un autoridad o declinó en una tiranía del saber? La dominancia ya no la ejerce un sujeto, que en posición de amo encarna un deseo articulado a una ley, sino un saber anónimo que no transmite ningún deseo. Allí no se trata de amor a un maestro, ni es un subrogado paterno. Tampoco se trata de un saber que se lea en la perversión paterna, sino que es anónimo y se dirige a un sujeto reducido a un objeto a ser evaluado

Irene Greiser, Delito y transgresión. Buenos Aires. Grama ediciones. 2012. P. 33 - 34

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